Guillermo Szikora

TI, ERP, CM, SMM, RRSS. Soporte e implementación.

Sociología

Busca la paz y síguela

Hace poco viajaba en un vuelo nacional y presencié una escena que me impresionó profundamente y me dejó muy triste. La tripulación se encontraba haciendo los últimos arreglos para estar listos para el despegue, un hombre joven de unos treinta años entró al avión apurado. Después de su entrada cerraron la puerta, su puesto asignado estaba en una de las primeras filas, pero al momento de buscar un espacio para su maleta de mano en los compartimientos superiores encontró que todo estaba lleno. Malhumorado comenzó a abrir todos los compartimientos uno por uno; a medida que avanzaba y no encontraba lugar iba expresando en voz alta su descontento en forma de maldiciones hacia la aerolínea y la gente de este país.

En un momento, debido a sus movimientos tan bruscos, se tropezó con un caballero que se encontraba ya sentado acompañado por un adolescente. El hombre sentado le expresó que tuviera cuidado de la manera como estaba moviéndose. A lo que el sujeto en cuestión comenzó a propinarle toda clase de insultos con groserías que dejaron boquiabiertos a todos los demás pasajeros. El caballero sentado se levantó de su asiento y comenzó a responderle, no en la misma medida de agresividad verbal pero sí defendiendo su punto. A medida que éste se defendía la ira del agresor iba en aumento. Las aeromozas estaban enmudecidas al igual que todos los pasajeros, incluyéndome, con excepción de una señora que llevaba un bebé de meses en sus brazos y les rogaba que dejaran la discusión.

De esta manera salieron de la boca de aquel hombre todos los insultos y palabras obscenas que ustedes puedan imaginarse. Cuando ya su prontuario de improperios estaba agotándose, no encontró otra palabra mejor que decirle «mongólico», a lo que el caballero le contestó que se instruyera un poco leyendo, para saber el verdadero significado de lo que estaba diciendo, lo cual no era un insulto. Luego le dio la espalda y volvió a sentarse; entonces, afortunadamente, el agresor consiguió un espacio para su maleta, el cual realmente le había hecho una de las aeromozas mientras se desarrollaba la pelea verbal. Más tarde, cuando llegamos a nuestro destino noté que el adolescente que acompañaba al caballero era un simpático muchacho con Síndrome de Down…

Al recordar esta desafortunada historia, pienso que anhelamos un país donde reine la paz y la cordialidad entre todos. ¿Pero realmente estamos haciendo lo que a cada uno nos corresponde? Pareciera que siempre estamos pensando que las situaciones no dependen de nosotros y, ciertamente, muchas veces se escapan de nuestras manos. Pues, no podemos hacer mucho cuando escuchamos al líder principal de nuestra nación darle rienda suelta a toda su amargura en una cadena de medios de comunicación; cuando escuchamos a dos choferes en el tráfico nombrándose a sus madres; cuando somos sorprendidos por gritos llenos de hiel en una situación como la relatada anteriormente, o hasta cuando tenemos la desventura de escuchar a una madre insultando a su propio hijito que lleva sentado en el carrito del automercado.
Sin embargo, tenemos la capacidad de generar paz en el medio que nos rodea, entre la gente que Dios ha puesto en nuestro camino; y aún, me atrevo a decir, que si habláramos con la autoridad propia del amor, con la intención genuina de nuestro corazón de ser un instrumento de paz, y no con la soberbia de querer dar una lección creyéndonos más que los demás, seríamos capaces también de influir en aquellos que por ocasión nos tropezamos en el camino. ¡Queremos paz! ¿Pero estamos siendo generadores de ella?

«Apártate del mal, y haz el bien; Busca la paz, y síguela». Salmo 34:14.

FUENTE: EL UNIVERSAL (ROSALÍA MOROS DE BORREGALES) sábado 08-09-12

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